La verdadera prosperidad
Los gritos no cesan. Las luces de las cámaras fotográficas estallan sin parar. Algunas jovencitas con lágrimas y emoción gritan: "¡Te amo!¡Te amo!", otras no soportan verlo por única vez en sus vidas y se desmayan. Él solo camina más lento, levanta su mano saludando a los cientos de desconocidos que se agolparon desde muy temprano para verlo pasar.