¿Qué es lo nuevo?
Cargando...

Sin motivos para una recompensa celestial



Basado en la Parábola de los Viñadores (Mateo 20:1-16)

Uno de los aspectos fundamentales para la interpretación de la parábola de los viñadores (Mt 20:1-16) es el contexto registrado en el capítulo 19 del evangelio de Mateo.

Jesús sale de Galilea rumbo a Jerusalén y se encuentra en la región de Judea, al otro lado del Jordán (Mt 19:1). Lo rodea una multitud compuesta por personas de la región, fariseos (ver 3), madres con sus niños (ver 13) y sus discípulos (ver 27).  De en medio de ellos sale un joven rico para hacer, a mi parecer,  una de las preguntas más importantes del ministerio de Cristo:

Maestro, ¿qué de bueno tengo que hacer para obtener la vida eterna?
Mat 19:16

No es difícil imaginar el impacto que debió generar la pregunta en medio de una multitud caracterizada por la diversidad y sobre todo, de acuerdo al contexto socio económico de la época, compuesta en su mayoría por personas de escasos recursos económicos, campesinos y artesanos pobres que luchaban por garantizar las condiciones de supervivencia en medio de un imperio opresor y explotador.

Muchos, que tal vez no tendrían definido el cómo subsistir y proveer para su ahora, ven a un joven rico que pregunta interesado en garantizar las condiciones posteriores a su muerte. El joven que lo había tenido todo, ahora quería tener lo que hasta el momento ninguno podía asegurar: Su vida eterna.

La respuesta de Jesús fue inmediata. No solo confrontó la idea del joven de creer haber hecho lo que la Ley le ordenaba (ver 18) sino que le retó a ir en contra de la tradición:

Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme.
Mat 19:21

Los Fariseos debieron sentirse ofendidos con la afirmación de Jesús, que de fondo estaba asegurando que cumplir la Ley totalmente no serviría de mucho sino habían verdaderas obras de piedad y bondad con el prójimo. Los pobres debieron sentirse alentados y esperanzados por el hecho de que sus necesidades serían tal vez atendidas o solucionadas por los recursos del rico. Pero la reacción del joven, quien se entristeció profundamente ante imposibilidad de cumplir con la exigencia hecha por Jesús, dio la oportunidad para que el Maestro enseñara sobre lo inviable que le resulta al hombre alcanzar con sus propios medios la salvación.   

De hecho, le resulta más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios.
Mat 19:24

Esta corta parábola, que recurre al parecer a un proverbio de la época, realza lo imposible que es obtener el reino de Dios por medio de los recursos humanos, y mucho más cuando se cree que se tiene lo suficiente para ser merecedor del maravilloso galardón de la vida eterna.

La enseñanza no tardó en suscitar en los discípulos la intriga y alarma por su condición futura. Ellos, además de ser parte del cuadro narrativo, oyentes de la intervención del rico, de los fariseos y de la multitud; se alarmaron por lo difícil que resultaría entonces alcanzar la vida eterna de acuerdo a las palabras de Jesús. Si un joven rico que había sido fiel a los mandamientos, algo que lo clasificaba como devoto, no fue capaz de renunciar a lo que tenía, aún a sabiendas de que con ello obtendría la vida eterna; ¿qué podrían esperar ellos?

Al oír esto, los discípulos quedaron desconcertados y decían:
 —En ese caso, ¿quién podrá salvarse?
Mat 19:25 

Jesús magistralmente responde esta inquietud.

—Para los hombres es imposible —aclaró Jesús, mirándolos fijamente—,
mas para Dios todo es posible.
Mat 19:26

Sin embargo, de fondo había quedado una idea entre la intervención del joven rico y la respuesta de Jesús: La recompensa al buen proceder. El joven rico tenía la idea de que haciendo algo obtendría la salvación. Ante el requerimiento de Jesús de obedecer los mandamientos, el joven asegura que ya lo ha hecho (ver 20) y por tanto cree ser merecedor del galardón eterno. Cuando Jesús plantea la imposibilidad de que el hombre por sus méritos alcance la salvación y lo deja a la soberanía y poder de Dios, los discípulos, representados en Pedro, preguntan qué sería de ellos que lo han dejado todo. ¿Cuál sería su recompensa?

—¡Mira, nosotros lo hemos dejado todo por seguirte! —le reclamó Pedro—. ¿Y qué ganamos con eso?  
Mat 19:27

Jesús debe recurrir a presentárseles como el futuro heredero glorioso de todo, facultado por su condición de autoridad para recompensar a quienes le siguen.

—Les aseguro —respondió Jesús—que en la renovación de todas las cosas, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono glorioso, ustedes que me han seguido se sentarán también en doce tronos para gobernar a las doce tribus de Israel.
Y todo el que por mi causa haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o terrenos, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna.
Mat 19:28

Jesús les promete no solo la restitución sino algo más allá de su misma imaginación, denotando la inmensa justicia y verdadera recompensa de Dios. Jesús tiene poder para dar 100 veces más de lo que ellos entregaron.

¿Cómo sería la expresión de Pedro y los discípulos al escuchar las palabras de Jesús?¿Cómo verían a los pobres que los rodeaban, a los humillantes fariseos que los menospreciaban y al joven rico que no había podido tomar una decisión por su salvación? La necesidad de Jesús de exclamar que “muchos de los primeros serán últimos, y muchos de los últimos serán primeros” (ver 30) es una muestra de lo que el Maestro vio en sus ilusionados discípulos.

La parábola de los viñadores es el recurso utilizado por Jesús para continuar enseñándoles a sus discípulos sobre la recompensa – la vida eterna – que les había prometido. Los primeros oyentes de la parábola – los discípulos – no estaban pensando en la iglesia, en el siglo XXI, ni en el tiempo transcurrido entre ellos y nuestros días. En su mente no estaban los discípulos por llegar ni el tipo de obra que harían. No pensaban en eso llanamente porque para ellos nada de eso existía. Lejos estaban de imaginar que Jesús moriría en la cruz y que ellos serían los líderes de una iglesia naciente que perduraría, con penurias y glorias, 2000 años. En sus mentes retumbaban la promesa “ustedes que me han seguido se sentarán también en doce tronos para gobernar a las doce tribus de Israel. […] recibirá cien veces más y heredará la vida eterna.” Me imagino la cara de felicidad, ilusión y emoción ante tal promesa. Hace unos minutos un joven rico había salido decepcionado, triste y sin nada de los esperado por él. Ahora ellos, pobres pescadores en su mayoría, tenían la promesa de reinar junto con Cristo, con una recompensa 100 veces mayor a lo dejado por ellos y con la seguridad de la vida eterna.

Los discípulos estaban posiblemente sintiéndose orgullosos por lo todo que habían hecho por Jesús y veían como el Maestro les recompensaría sobreabundantemente por ello. Creía tener mejores y mayores derechos. La afirmación de Pedro es una contraposición a la del joven rico, quien teniendo mucho no pudo dejar nada por seguir a Jesús, en cambio ellos, habían dejado lo poco que tenían por seguir al Maestro. Comparación, orgullo y muy seguramente autosuficiencia fueron posiblemente los sentimientos que emergieron en los primeros discípulos ante la promesa expuesta por el Maestro.

Pensar en las discordias y deseos de sobresalir de los discípulos de en medio de su grupo no es algo alejado del contexto de la parábola. – véase el suceso que narra Marcos en donde los hijos de Zebedeo pidieron estar a la diestra del Padre (Mc 10: 36-40) y las constantes enseñanzas de Jesús sobre ser uno y amarse los unos a los otros. (Jn 15: 9-17)-  Los discípulos eran de diferentes orígenes y tenían diferentes expectativas sobre Jesús y su obra en ellos y en el pueblo.

Jesús conociendo esto, utiliza una imagen para ellos muy familiar: Ser contratado por alguien para una labor definida, en un lugar determinado, un tiempo específico y con un pago acordado: Un denario, el salario por un día de trabajo.

Sin embargo, a pesar de que la imagen de trabajar como jornalero era algo común para ellos, lo extraño del cuadro es la forma como se relaciona el empleador con sus empleados. La parábola nos dice que el dueño de la viña, real protagonista de la historia, va durante diferentes momentos del día, con un intervalo aproximado de 3 horas hasta llegar a una hora antes de que se termine la jornada de trabajo; y contrata a diferentes grupos de trabajadores, previo convenio con cada uno sobre el salario, para que laboren en su campo.  Al final del día, el dueño de la viña ordena a su mayordomo que les pague a los jornaleros, comenzando por aquellos que llevaban apenas 1 hora de trabajo, el salario por su labor: Un denario – valor que equivalía al salario por un día.

Cuando los trabajadores que había sido contratados desde la primera hora del día se enteraron de que a los recién llegados les pagarían el día completo, se llenaron de una gran expectativa calculando cuánto entonces les correspondería a ellos que habían trabajado la jornada completa. La frustración y el enojo no pudieron esperar cuando recibieron lo mismo que aquellos que habían trabajado apenas una sola hora. No importó que  lo recibido era lo acordado (ver 2). El disgusto y los calificativos de injusticia empezaron a evidenciarse  y lo justifican en el hecho de sus obras durante todo el día.

 “Estos que fueron los últimos en ser contratados trabajaron una sola hora —dijeron—, y usted los ha tratado como a nosotros que hemos soportado el peso del trabajo y el calor del día.”
Mat 20:12 

La respuesta de dueño de la viña es contundente. Son sus propiedades, sus decisiones y sobre todo, sus negociaciones con cada uno de sus empleados.

Pero él le contestó a uno de ellos: “Amigo, no estoy cometiendo ninguna injusticia contigo. ¿Acaso no aceptaste trabajar por esa paga?
Tómala y vete. Quiero darle al último obrero contratado lo mismo que te di a ti.
¿Es que no tengo derecho a hacer lo que quiera con mi dinero? ¿O te da envidia de que yo sea generoso?”
Mat 20:15 

Jesús les esta reafirmando a los discípulos que la vida eterna no es un asunto a ganarse por medio de obras. No es por el trabajar y soportar todo desde la primera hora de la jornada, sino que tal recompensa nace de la justicia y bondad de Dios, la cuál la otorga por gracia a quienes ha llamado.

En la parábola, como lo mencioné antes, el protagonista es el dueño de la viña. Él es quien tiene la labor por realizar, quien determina el salario y sobre todo, quien sale a buscar a los trabajadores, los cuales en reiteradas ocasiones son presentados como desocupados (ver 3 y 6) No son personas proactivas que están buscando oportunidades para trabajar. Son, por el contrario, ociosos y a la espera de que les llamen y les den una oportunidad para su sustento. Es el dueño de la viña quien les salva de su precaria condición. Esto, resalta aún más la idea que busca Jesús con su mensaje: Lo que para los hombres es imposible, para Dios es posible. Solo Él puede sustentar y dar la salvación, y lo hace por su iniciativa, por su beneplácito, por su voluntad, por su gracia.

La parábola termina con la exclamación “Así que los últimos serán primeros, y los primeros, últimos.” (ver 16) una voz similar a la encontrada antes de la narración “Pero muchos de los primeros serán últimos, y muchos de los últimos serán primeros.” (Mat 19:30) Este paralelo, que encierra la parábola, permite determinar que el sentido de la enseñanza está orientada hacia la equidad dentro del grupo de los discípulos, buscando que no se sintieran superiores por haberlo dejado todo, ni por las promesas recibidas.

Los discípulos debían comprender plenamente que aunque lo habían dejado todo, esto no les daba derecho a recibir la gloria, recompensa - 100 veces más de lo que había dejado – y vida eterna. Tal condición futura no se les daba por méritos personales. Era Dios mismo quien determinaba quienes, por cuánto tiempo y por cuánto serían recompensados. Tal vez llegarían creyentes que no lo dejarían todo ni sufrirían “el calor del día” como ellos, pero era el Todopoderoso en quien estaba la facultad para determinar quienes sí y bajo qué condiciones serían recompensados. El llamado de Jesús es a no estar pendiente de qué y cuánto recibe el otro, sino cómo está mi labor, posición y relación con el dueño de la viña.

La parábola también en su contexto se puede extender a la idea farisea de ser merecedores de las recompensas divinas por el hecho de cumplir con lo pactado. Los primeros jornaleros son envidiosos y egoístas. No se alegran porque desventurados desempleados recibieran el sustento diario cuando no había esperanza de recibirlo. Nadie contraría en la última hora de la jornada para pagar todo un día. Jesús busca que sus discípulos se alejen de tales sentimientos mezquinos e insensibles. Él espera que sus seguidores no vayan detrás de la recompensa sino que estén involucrados con quienes le rodean. No se trata de continuar con la pregunta de Pedro: ¿Y nosotros qué ganamos con todo esto? Sino ¡gracias Señor, porque sin merecerlo nos has dado mucho!

Este planteamiento interpretativo de la parábola, basado en lo que pudieron entender los primeros oyentes, desvirtúa cualquier intento por espiritualizar o aplicar por medio de analogías el mensaje de la parábola. Desde nuestra opinión los planteamientos de Orígenes y Ireneo son un esfuerzo por descontextualizar el mensaje y llevarlo a una realidad que para los primeros creyentes era desconocida. La aplicación debe estar más orientada hacia atacar la idea actual de muchos cristianos modernos que consideran que sus años en el evangelio, sus cargos ministeriales y sus dones espirituales les dan los méritos suficientes no solo para considerarse salvos sino lo que es peor, obtener posiciones de renombre dentro del pueblo cristiano. Las venias, posiciones privilegiadas, tratos ceremoniales y jerárquicos no solo no estaban en el plan y propósito de Jesús, sino que fueron el centro de sus ataques y censuras. Jesús siempre estuvo en contra de tales comportamientos y en muchas ocasiones enseñó a sus discípulos que el que quería ser grande debía hacerse pequeño, siervo de todos. Si quería ser el primero, debía como en este caso ser el último, no olvidando que lo obtenido no era ni por iniciativa o mérito humano, sino por la inmensa gracia divina.

________________

Foto por Vladimir Kudinov en Unsplash

1 comentario: Leave Your Comments