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La restauración, un propósito divino sin comparación



Basado en Amós 9:11-15

Esta semana el país fue testigo de un vergonzoso suceso de violencia. Hernán Darío “El Bolillo” Gómez, técnico de la selección colombiana de fútbol había, según los medios de comunicación y algunos testigos, golpeado a una mujer que lo acompañaba en una discoteca en Bogotá.
El suceso, enmarcado por el alcohol y el descontrol de la rumba, se conoció por la llamada de un testigo a uno de los principales programas de radio nacional. De inmediato, la opinión pública, alentada por la información imprecisa y sin corroborar de periodistas sedientos de reconocimiento y sintonía, determinó con aparente unanimidad una sentencia: “El Bolillo debe renunciar” Fuera Bolillo!, pedía la muchedumbre enardecida a través de redes sociales y encuestas de opinión.

Para gran parte de la población no era necesario profundizar sobre lo ocurrido. Tampoco importaba las circunstancias, ni las razones ni las características de lo sucedido. El hecho era contundente, Bolillo había golpeado una mujer. El juicio fue corto y la sentencia contundente: Fuera Bolillo!.

La violencia, no importa de donde provenga, hombre o mujer; es violencia. Y no es ni más ni menos horrible, destructora y vergonzosa sin la ejerce un hombre o una mujer. La violencia no tiene justificación. No es un asunto de género ni de posición. Violencia es Violencia. Maltrato es Maltrato. Pero en una sociedad en donde impera la inequidad de género, el machismo y el poder descontrolado y egoísta de los medios de información, la violencia tiene matices. Es escandalosa y totalmente reprochable si es un hombre quien la ejerce sobre una mujer, pero no lo es si es ella es la agresora. En nuestra cultura llamamos “guache”, “cobarde”, “bárbaro” al hombre violento, pero no a la mujer que agrade, insulta o golpea. El hombre que recibe un golpe es un “bobo que se deja pegar”. Esa sociedad con doble moral juzgó a un hombre sin escucharlo, aunque promueve que todo el mundo es inocente hasta que se le compruebe lo contrario, y lo condenó sin la más mínima posibilidad de restauración. No es un ser humano hundido en sus desórdenes y problemas que necesita ayuda, es un “símbolo nacional” que debe pagar para que las muchedumbres queden satisfechas.

No importa si es destruido, no importa su familia, sus hijos, su futuro. Se equivocó y por lo tanto, debe pagar, debe convertirse en el chivo expiatorio de una sociedad que sufre alarmantes estadísticas de violencia intrafamiliar, aunque su sacrificio no solucione que miles de hombres y mujeres sean golpeados y maltratados por sus cónyuges o compañeros sentimentales. Ese es el modelo humano para las faltas. Fuera Bolillo!

En el libro de Amós, la biblia nos muestra cómo Dios trata el infractor y nos muestra el modelo divino para tratar con las faltas de los seres humanos.

En tiempos de Jeroboam II de Israel, el reino del Norte vivía una época de prosperidad y crecimiento. El rey había aprovechado la coyuntura político militar para ampliar su reino hacia el norte y el sur, y fomentar así el comercio e incrementar la recaudación de impuestos. Debido a que en su territorio se encontraba el valle de Jezreel, el mejor camino para ir al oriente, egipcios y comerciantes pagaban impuestos y de esta manera el Reino de Israel controlaba las rutas comerciales hacia el Eúfrates y Tigris.

Es una época de opulencia, riqueza y gran crecimiento económico. Sin embargo, el pueblo vivía una profunda crisis moral y social.

Amós 2:6-8
Así dice el Señor:
      «Los delitos de Israel han llegado a su colmo;
      por tanto, no revocaré su castigo:
   Venden al justo por monedas,
      y al necesitado, por un par de sandalias.
7 Pisotean la cabeza de los desvalidos
      como si fuera el polvo de la tierra,
      y pervierten el camino de los pobres.
   Padre e hijo se acuestan con la misma mujer,
      profanando así mi *santo *nombre.
8 Junto a cualquier altar
      se acuestan sobre ropa que tomaron en prenda,
   y el vino que han cobrado como multa
      lo beben en la casa de su Dios.

En este contexto de opulencia, riqueza, prosperidad y deterioro moral y espiritual del pueblo, Dios llama a Amós.

Amós 7:14-15
Amós le respondió a Amasías:
   —Yo no soy profeta ni hijo de profeta, sino que cuido ovejas y cultivo higueras.15 Pero el Señor me sacó de detrás del rebaño y me dijo: "Ve y profetiza a mi pueblo Israel."

El mensaje de Amós se caracteriza por demostrarle al pueblo de Israel que al igual que a las otras naciones, las cuales fueron crueles y cuyos pecados fueron extensos; Dios les había juzgado y sentenciado, determinando el pago de su crímenes y pecados.

Amós reafirman el hecho de que Dios no tendrá por justo al impío ni por limpio al impuro.  Dios es justo y dará a cada uno según sus obras.

Curiosamente, algunos del pueblo, al parecer como veían una nación fuerte, próspera, que dominaba y controlaba a su alrededor; creían que no serían castigados. Algunos israelitas pensaban que podían ultrajar, violentar, golpear sin recibir ningún juicio. No había quién condenara sus actos ni quién pudiera castigarlos por su mal proceder, al fin de cuentas, todos las naciones hacían lo mismo.

Por esto, la voz del profeta es para mostrar que Dios es quien juzga. Él está presente, tiene el poder, el conocimiento y la soberanía para darle al malvado el castigo por su mal proceder. Dios castiga el mal proceder del ser humano.

Amó 9:5  El SEÑOR omnipotente, el Todopoderoso, toca la tierra, y ella se desmorona. Sube y baja la tierra como las aguas del Nilo, el río de Egipto, y se enlutan todos los que en ella viven.
Amó 9:6  Dios construye su excelso palacio en el cielo y pone su cimiento[a] en la tierra, llama a las aguas del mar y las derrama sobre la superficie de la tierra: su nombre es el SEÑOR.
Amó 9:7  «Israelitas, ¿acaso ustedes no son para mí como cusitas? ¿Acaso no saqué de Egipto a Israel, de Creta[b] a los filisteos y de Quir a los sirios? —afirma el SEÑOR—.
Amó 9:8  Por eso los ojos del SEÑOR omnipotente están sobre este reino pecaminoso. Borraré de la faz de la tierra a los descendientes de Jacob, aunque no del todo —afirma el SEÑOR—.
Amó 9:9  Daré la orden de zarandear al pueblo de Israel entre todas las naciones, como se zarandea la arena en una criba, sin que caiga a tierra ni una sola piedra.
Amó 9:10  Morirán a filo de espada todos los pecadores de mi pueblo, todos los que dicen: “No nos alcanzará la calamidad; ¡jamás se nos acercará!”

Aunque la sentencia fue contundente, drástica y muy fuerte, la cuál se cumplió  años después a través del imperio asirio, quien desoló, destruyó y llevó cautivo al reino del Norte, el profeta Amós nos muestra el maravilloso carácter y proceder de Dios.

Dios no solo tiene el poder para hacer justicia, sino que además tiene aún más poder para restaurar, para cambiar, aún después de la destrucción.

Amó 9:11-15 
»En aquel día levantaré la choza caída de David.
Repararé sus grietas,
restauraré sus ruinas
y la reconstruiré tal como era en días pasados,
para que ellos posean el remanente de Edom y todas las naciones que llevan mi nombre
—afirma el SEÑOR, que hará estas cosas—.

»Vienen días —afirma el SEÑOR—, »en los cuales
el que ara alcanzará al segador
y el que pisa las uvas, al sembrador.
Los montes destilarán vino dulce, el cual correrá por todas las colinas.

Restauraré a mi pueblo Israel;
ellos reconstruirán las ciudades arruinadas y vivirán en ellas.
[ellos] Plantarán viñedos y beberán su vino;
[ellos] cultivarán huertos y comerán sus frutos.

Plantaré a Israel en su propia tierra, para que nunca más sea arrancado de la tierra que yo le di», dice el SEÑOR tu Dios.

Dios no se limita con castigar al impío. – Con echar al Bolillo! – Su interés es la redención, la restauración y la bendición del pecador arrepentido. Tiene poder para levantar después de la destrucción. Dios no está hambriento de sangre, ni con deseos de colmar una ira incontrolable. La gran diferencia es que Él quiere restaurar y es Él quien lo hace.

1. La restauración es una iniciativa y acción divina.

Amó 9:11 
»En aquel día levantaré la choza caída de David. Repararé sus grietas, restauraré sus ruinas y la reconstruiré tal como era en días pasados,
Amó 9:12  para que ellos posean el remanente de Edom y todas las naciones que llevan mi nombre —afirma el SEÑOR, que hará estas cosas—.

El texto muestra que la restauración es una iniciativa divina. No es por méritos ni por acciones humanas.

Es Dios, por medio de su Espíritu Santo, quien convence de pecado, es Él quien diseñó el plan de salvación el cual en Jesús se consumó y por Él obtenemos perdón por nuestros pecados.

El arrepentimiento no debe ser tomado como una acción voluntaria o independiente del ser humano, que nace de su propia autonomía o iniciativa. El arrepentimiento es una consecuencia del obrar de Dios en nuestra vida. Es una respuesta a lo que Dios hace.

2. La restauración divina es integral y completa.

Todas las áreas fueron mencionadas. Nada se escapará a la obra de Dios.

»En aquel día levantaré la choza caída de David. Repararé sus grietas, restauraré sus ruinas y la reconstruiré tal como era en días pasados,

El texto muestra permanentemente una restauración integral de Dios, donde Él, aunque castigó lo político, lo militar y lo religioso; aspectos fundamentales para cualquier nación, ahora Dios promete restaurar todo esto.

3. Dios prosperará basado en la restauración

Amó 9:13  »Vienen días —afirma el SEÑOR—, »en los cuales el que ara alcanzará al segador y el que pisa las uvas, al sembrador. Los montes destilarán vino dulce, el cual correrá por todas las colinas.
Amó 9:14  Restauraré a[c] mi pueblo Israel; ellos reconstruirán las ciudades arruinadas y vivirán en ellas. Plantarán viñedos y beberán su vino; cultivarán huertos y comerán sus frutos.

Aunque Dios castigó y condenó una sociedad próspera, no lo hizo porque lo fuera, sino por lo que hizo y como mantuvo esa prosperidad. La injusticia social, la opresión y la indiferencia eran condiciones de aquella sociedad llena de recursos. Todo les fue quitado, pero ahora Dios les afirma que volverán a ser prósperos; sin embargo, lo serán cuando su obra se haya completado, cuando sus caminos y acciones sean cambiadas y volcadas hacia la verdad y la justicia.

La prosperidad sin embargo es una percepción. “Estar sin plata” es un concepto muy distinto para el rico que para el pobre. Por otra parte, cuando el salmista dice “Jehová es mi pastor y nada me faltará” no está diciendo que le dará de acuerdo al modelo social establecido de prosperidad, sino acorde a lo que cada persona considera como ser próspero y feliz. La prosperidad depende de Dios, de su soberanía y propósito

Todo inicia por el propósito de Dios. El Señor es quien origina, el que busca y promueve la restauración y con ella la prosperidad verdadera.

El libro termina con un resumen de la promesa:

Amó 9:15  Plantaré a Israel en su propia tierra, para que nunca más sea arrancado de la tierra que yo le di», dice el SEÑOR tu Dios.

Te zarandee, te llevé por el desierto, por la calamidad, por las consecuencias de tus faltas para que al final sepas que Yo soy justo, poderoso y que comprendas que te planté en tierra de promesas para que nunca seas arrancado.

ACTUALIZACIÓN.

Si pecamos, Dios traerá sobre nosotros las consecuencias de nuestros malos actos, pero siempre estará obrando para nuestra restauración.

No creamos que porque todo lo tenemos controlado y solucionado nada nos pasará. Dios hará justicia pero siempre nos restaurarás.

No creamos que su promesa de restauración nos faculta para pecar, porque el que peca deliberadamente, ya no le queda expiación por los pecados y tal vez, con su actitud resista la obra del al Espíritu Santo para convencimiento de pecado.  

Y si estamos viviendo las consecuencias de nuestras malas decisiones y acciones, reconozcamos su justicia, pidámosle misericordia y confiemos en que sus caminos siempre son para mi restauración.

Verdad Teológica: Dios por su voluntad, fidelidad y propósito realiza acciones para que vivamos en la responsabilidad y bendición de su pacto.

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Foto por Joshua Earle en Unsplash

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