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La verdadera alegría en Navidad



Retumban en el cielo el estallido de los voladores con pólvora que en la noche fría anuncian que ha comenzado diciembre. Los almacenes y centros comerciales desde mediados de noviembre han decorado sus tiendas con el ánimo de atraer y antojar a los compradores en el mes más comercial del año.
Luces de mil colores acompañadas de adornos verdes, rojos y dorados, decoran las viviendas reflejando la festividad y tradición de la temporada. Natillas, Buñuelos y dulces dan el sabor a días que se sienten diferentes. Villancicos y Canciones navideñas inundad el ambiente y en cada rincón se siente que ha llegado la navidad.

Parecería que todo es alegría y felicidad. Que los sueños y los deseos son posibles en esta época de sabores, luces y decoraciones. Qué todo es posible, que todo ha pasado, que todo es dicha, fraternidad y esperanza. Pero la realidad es otra. La navidad para muchos es un analgésico que se busca para olvidar las penas. En medio de villancicos y aguinaldos muchos viven el fracaso de los sueños incumplidos durante el año, sienten la amargura de la pérdida de los seres queridos o la desesperanza de no ver cercano una solución a sus problemas. La depresión reina durante las fiestas navideñas. La nostalgia impera. El suicidio acecha.

La navidad es en nuestros tiempos una paradoja. Por un lado está un viejo gordo bonachón, de inconfundible risa, que ha esperado durante 11 meses salir de su crudo invierno para invadir las casas y traer a cada uno los regalos merecidos, llenando a una sociedad con un consumismo desbordante. Hoy, Papá Noel es el centro de la navidad, le vemos en los almacenes, en las casas, en las campañas publicitarias, en los hombres que con alegría quieren dar un regalo y se visten con traje rojo de puños de felpa blanco y barbas largas y postizas. Papá Noel es el centro de las historias de navidad, atrás quedaron el duro viaje a Belén, los fieles padres, la esforzada mula y las incomodidades del pesebre, rodeado de pastores, ángeles, estrellas y cánticos.  A tras quedaron hasta los reyes magos, quienes en otra época eran la razón por la cuál se entregaban regalos. Ahora, el escenario es el polo norte, el país de las fantasías, enanos sin nombres y renos con nombres, amargados Grinch que quieren dañar la navidad, son los personajes que cautivas las mentes de las nuevas generaciones. Papá Noel es hoy el benefactor, el que da alegría, el que representa la navidad.

Y en contra parte a esa festividad desbordante y mágica, están aquellas almas en pena que con esfuerzo viven cada muestra de afecto y alegría navideña tratando de olvidar sus dolores y congojas. Para ellos la navidad es algo melancólico, triste, sin ninguna razón de alegría. No hay motivo para animarse, ¿para qué celebrar? Si no tuvieron lo que esperaban, no recibieron lo que merecían, solo vivieron momentos difíciles, duros y tristes. No hay para qué motivarse, no hay razón para ser felices. Todo es sombrío, deprimente, melancólico. No hubo dinero, trabajo, salud, bienestar. No puedo viajar en navidad cómo todo el mundo lo hace. No puedo regalar lo que quiero. No recibo lo que deseo. Todo es un fracaso; parecen ser las quejas constantes. Las circunstancias justificarían que esto es verdad. Que ante las calamidades, desilusiones y evaluaciones de los resultados del año no hay otra razón por la cual alegrarse en navidad.

¿Cuál es entonces el propósito de estas festividades?¿Qué realmente debemos celebrar?

Contexto

Lucas nos presenta a una joven humilde, que se enfrenta a una circunstancia adversa y muy lejana de sus sueños y aspiraciones. Está embarazada estando comprometida para casarse. En este momento no importaba la razón y mucho menos el propósito de dicho embarazo. ¿Quién le iba a creer? Esta condición la hacía perder su familia, su amor, su futuro y hasta era posible que fuera rea de muerte. María tiene que huir de su hogar.

39 A los pocos días María emprendió el viaje y se fue de prisa a un pueblo en la región montañosa de Judea.

No me imagino a una María con cara inmaculada y pura, rodeada de ángeles y mirada omnisciente. Era una adolescente que en medio de una fe inexplicable aceptó un reto que iba en contra de todas las creencias, las suyas, las de su comunidad y familiares. La sola mención de estar embarazada por el Espíritu Santo en sí es un motivo de burla y hasta de herejía entre el pueblo hebreo.

María aparentemente acaba de perder su vida, sus planes, sus sueños. Ya no sería la esposa de un descendiente de David. Ya no sería la mujer admirada por los hijos que iba a tener. Ahora, en este momento de partida, María era una mujer pecadora ante los ojos de su comunidad, que había traicionado a un hombre justo y que esperaba un hijo bastardo fruto de su pecado.

Es fácil pensar en lo duro que debió ser el viaje de aproximadamente 100 kilómetros de Nazaret a la zona montañosa de Judea. Cuántas preguntas, cuánto temor, cuántos sentimientos encontrados pudieron presentarse. Qué fácil hubiese sido pensar : “¿Por qué a mi? ¿Por qué tiene que ser así? ¿Por qué es tan difícil hacer la voluntad de Dios y seguir en sus caminos? No sabemos de la luchas de María en esos momentos, algún día lo sabremos. Solo tenemos el registro de su llegada, cuando al sentir su presencia, su prima anciana llena del Espíritu Santo exclamó:

42¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el hijo que darás a luz! 43 Pero, ¿cómo es esto, que la madre de mi Señor venga a verme?44 Te digo que tan pronto como llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de alegría la criatura que llevo en el vientre.45 ¡*Dichosa tú que has creído, porque lo que el Señor te ha dicho se cumplirá!

Qué palabras mas alentadoras, qué mensaje más edificante. Qué motivo más grande para salir de la tristeza. Dios tiene propósitos con su vida. Dios le usa para dar felicidad, para traer bendición a otros, para cumplir con sus designios.

Ante tal designación qué fácil sería caer en el orgullo, tomar de la Gloria que solo le pertenece a Dios y asumir o llenarse de ánimo por ser “el ungido”, “el escogido”. Pero el autor nos cuenta donde está fundamentada la esperanza de María.

Mi alma glorifica al Señor,
47 y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador,
48 porque se ha dignado fijarse en su humilde sierva.

No fueron los méritos que le permitieron a María salir adelante. No fue su condición. Ella sabía lo humilde que era. Ella reconoce que Dios es su salvador y por eso se regocija, por eso se alegra.

Hay un motivo más grande para ser feliz que el de alcanzar nuestros sueños o metas. Más grande que el bienestar o la prosperidad. Es el que el Señor se haya fijado en nuestras vidas, que no le haya importando nuestros pecados, nuestra rebeldía y orientación al mal. Que a pesar de nuestra insignificante condición nos miró, nos tuvo en cuenta y nos salvó. Nos ha dado cada minuto de nuestra existencia, nos sacó de las dificultades y aún cuando las calamidades pudieron ser peor, Él nos libró.

Por eso, María dice:

Desde ahora me llamarán *dichosa todas las generaciones,
49 porque el Poderoso ha hecho grandes cosas por mí.
      ¡Santo es su nombre!

Pero Dios tiene además planes para el futuro. Su propósito va más allá.

De generación en generación
      se extiende su misericordia a los que le temen.

Su bondad no tendrá fin. Su compañía será siempre. Su justicia llegará

51 Hizo proezas con su brazo;
      desbarató las intrigas de los soberbios.
52 De sus tronos derrocó a los poderosos,
      mientras que ha exaltado a los humildes.

El Señor proveerá conforme a su propósito. A cada uno dará conforme a sus designios.

53 A los hambrientos los colmó de bienes,
      y a los ricos los despidió con las manos vacías.

Dios será fiel, estará con quienes tiene un pacto eterno, con quienes confían y creen en su nombre. El Señor no se olvidará de sus promesas.

54-55 Acudió en ayuda de su siervo Israel
      y, cumpliendo su promesa a nuestros padres,
   mostró su misericordia a Abraham
      y a su descendencia para siempre.

Conclusión

En esta época recordemos las infinitas bendiciones de Dios, alegrémonos porque Dios ha sido bueno con nosotros. Porque cada mañana, cada día, son nuevas sus misericordias. Demos el lugar que al Señor le corresponde, porque Él es el único digno de recibirlo. Él es quien nos trae la felicidad, quien nos provee, quien nos alegra.

Enseñemos a nuestros niños que es Dios a través de su Hijo quien nos bendice. No el gordo bonachón del polo norte. Él es el Rey de la Navidad, el Señor, la razón de ser.

Alegrémonos no por lo que tenemos, ni entristezcámonos por lo que no poseemos. Sino que la fuente de nuestra alegría sea que a pesar de todo y a pesar de quienes somos, Dios se ha fijado en nosotros y ha prometido estar a nuestro lado hasta el fin del mundo. 

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Foto por Nelly Volkovich en Unsplash

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