Voz que grita en el desierto
Este blog es una forma de gritar, de decir que si hay solución, que aunque sencilla y simple en sí misma, no es una respuesta simplista acorde a este tiempo de afanes y sin sentido, en donde la ley del menor esfuerzo impera.
4 Así está escrito en el libro del profeta Isaías:
«Voz de uno que grita en el desierto:
"Preparen el camino del Señor,
háganle sendas derechas.
5 Todo valle será rellenado,
toda montaña y colina será allanada.
Los caminos torcidos se enderezarán,
las sendas escabrosas quedarán llanas.
6 Y todo *mortal verá la salvación de Dios." »
Lucas 3:4-6 (NVI)
Aunque ya pasaron más de 2000 años del cumplimiento de esta profecía, las palabras dichas por el profeta Isaías toman vigencia e inspiran a desarrollar acciones como ésta.
Vivimos en una sociedad desértica, carente de valores y principios, que idolatra la facilidad, la rapidez y el logro de metas egoístas a cualquier precio. Que admira y promueve los estereotipos por encima de la vida misma. Que promulga seudovalores sustentados en argumentos poco claros, sólidos y sobre todo, ausentes de cualquier sentido social y que socavan instituciones tan sagradas como la familia y la fe misma. Solo queda por levantar una voz, un clamor profundo sustentado en la Verdad, que quiere manifestar que no es normal todo esto, que no es el fin, que hay esperanza y sobre todo, que existe una alternativa: Jesucristo.
Hay una fe, no dentro de una religión carente de conocimiento, compromiso y coherencia con la verdad bíblica. No un fanatismo opresor, intolerante y excluyente. No una vida de ermitaños espirituales indiferentes al dolor, a la condición humana y sobre todo, menospreciando la máxima obra divina: El ser humano. Es una fe que vive, que motiva, inspira e impulsa. Una en donde la comunión y la relación íntima con el Creador es una vivencia diaria, incluyente, no de unos pocos ungidos, sino una en donde todos tienen un lugar porque así lo quiso el Príncipe de Paz, una misma comunión, una misma fe, una con Él y con todos.
Este blog es una forma de gritar, de decir que si hay solución, que aunque sencilla y simple en sí misma, no es una respuesta simplista acorde a este tiempo de afanes y sin sentido, en donde la ley del menor esfuerzo impera. Hay que llevar la cruz, sacrificar nuestro idólatra y egoísta corazón, que en la mayoría de las veces está gobernado por el orgullo y la arrogancia; teniendo presente que no son nuestras obras las que nos salvan, sino nuestra fe en el Hijo de Dios que dio su vida por nuestros desmanes. Es ofrecer nuestras vidas, deseos y sueños, cual peregrino en medio de las dificultades de este escabroso desierto camina pregonando su mensaje de salvación, para que al final la voluntad del Padre Eterno se cumpla y todos, creyentes e incrédulos, vean la salvación del único Dios.