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La Ayuda Celestial en medio de la Desesperanza

Basado en Génesis 21:14-21



INTRODUCCIÓN

La pérdida principios sociales, valores, comportamientos sexuales responsables y basados en el compromiso, el respeto y amor propio; han generado condiciones adversas para que las nuevas generaciones se levanten con opciones de progreso y desarrollo en Colombia. Vivimos en una profunda y lamentable crisis familiar.

En nuestra sociedad para muchos tener un hijo es sinónimo de ruina, de problema, de “meter las patas”. Para algunos hombres ser padres es la causa de su precaria condición económica y emocional, un motivo por el cual huir, una razón por la cuál abandonar. “Yo merezco algo mejor que esta vida miserable” es su postulado para entregarse a placeres y deseos egoístas y sin control.

Una de cada diez jóvenes latinas es una madre soltera. En el Censo de 2005, más de 3 millones 100 mil mujeres en Colombia eran madres solteras. Cerca del 20% de la población femenina nacional.

Hoy no se lucha por una familia. En nuestros días, se asume que tener un hogar firme y duradero es un sueño, un cuento de hadas de nuestros abuelos y que lo que importa hoy no es el bienestar y desarrollo de los hijos, sino la realización de los padres. “El que yo sea feliz, pleno, autorealizado” Es el deseo de muchos padres. La abnegación, el desprendimiento y la entrega parecen ser términos extintos en los conceptos de familia contemporáneos, inmersos en una sociedad de consumo y de placeres sin límites.  

Hoy muchos nacen y crecen en medio de engaños, abandono y sobre todo, sin esperanza. Las nuevas generaciones crecen en medio de un desierto en el cual la única alternativa es morirse en los vicios, en los malos hábitos y las acciones sin sentido. El sexo prematuro, el alcohol, las drogas, el crimen; parece ser el único camino y la única fuente de solución. “No tengo oportunidades. Estoy solo, a mi me abandonaron” parece ser la razón para miles de jóvenes acaben con sus vidas por medio de la delincuencia, el desenfreno y el sin sentido.

Sin embargo, en medio de este panorama sombrío y sin sentido, de este desierto implacable que parece acabar con toda esperanza de vida, Dios tiene la última palabra.

DESARROLLO

En el libro de génesis nos muestra el resultado de una profunda crisis familiar que puso en peligro la vida de un adolescente.

       Génesis 21:14-21

         14 Al día siguiente, Abraham se levantó de madrugada, tomó un pan y un odre de agua, y se los dio a Agar, poniéndoselos sobre el hombro. Luego le entregó a su hijo y la despidió. Agar partió y anduvo errante por el desierto de Berseba.15 Cuando se acabó el agua del odre, puso al niño debajo de un arbusto16 y fue a sentarse sola a cierta distancia, pues pensaba: «No quiero ver morir al niño.» En cuanto ella se sentó, comenzó a llorar desconsoladamente.
17 Cuando Dios oyó al niño sollozar, el ángel de Dios llamó a Agar desde el cielo y le dijo: «¿Qué te pasa, Agar? No temas, pues Dios ha escuchado los sollozos del niño.18 Levántate y tómalo de la mano, que yo haré de él una gran nación.»
19 En ese momento Dios le abrió a Agar los ojos, y ella vio un pozo de agua. En seguida fue a llenar el odre y le dio de beber al niño.20 Dios acompañó al niño, y éste fue creciendo; vivió en el desierto y se convirtió en un experto arquero;21 habitó en el desierto de Parán y su madre lo casó con una egipcia.


Para comprender en su totalidad este pasaje es necesario hacer un «flashback» o «salto atrás» como en el cine. Vayamos 15 años atrás, en la tierra de Canaán, en el centro de una familia pudiente de nómadas que hacía 10 años vivían en esa tierra. El patriarca Abraham de 75 años estaba casado con Sara, que es 10 años menor que él. Sara era estéril, algo que para la época era deshonroso y una tragedia. Según la legislación babilónica, específicamente el Código de Hammurabi, un hombre tenía el derecho de repudiar – expulsar, rechazar - a la esposa estéril.

No tener hijos era sinónimo de castigo, de maldición. Sin embargo, Dios le había prometido a Abraham que sería padre de una inmensa e incontable nación. Sara, asumió que el cumplimiento de esa promesa sería por medio de la tradición y legislación del momento. El mismo código de Hammurabi le permitía al marido tomar una concubina, una mujer aparte de su esposa, para que ella le diera la anhelada descendencia. Pero Sara, para evitar esta situación, decidió darle a Abraham una esclava para cumplir con este propósito. Así, ella mantendría su condición de señora y no compartiría los derechos familiares con otra mujer.

Gén 16:2  Saray le dijo a Abram: —El SEÑOR me ha hecho estéril. Por lo tanto, ve y acuéstate con mi esclava Agar. Tal vez por medio de ella podré tener hijos. Abram aceptó la propuesta que le hizo Saray.
Gén 16:3  Entonces ella tomó a Agar, la esclava egipcia, y se la entregó a Abram como mujer. Esto ocurrió cuando ya hacía diez años que Abram vivía en Canaán.

Agar era una mujer, seguramente joven, en edad fértil. Que por razones desconocidas era esclava de Sara. Los esclavos podían ser parte de la dote de una boda, caso que era poco probable en Sara, ya que llevaba muchos años de casada. Los esclavos se podían adquirir por 30 siclos de plata – $35 mil aprox. – Podían ser tomados de la guerra, comprados a un mercader o en algunos casos, Ser vendidos por ellos mismos para rescatar una deuda familiar, eran prendas vivientes de las obligaciones financieras del momento. También podía ser esclavo un ladrón que no tenía para hacer completa restitución.

No sabemos por qué Agar era esclava. Sea cual fuere su origen, su situación era lamentable. Ahora, era entregada al esposo de su dueña para que tuviera relaciones sexuales con el único fin de tener un hijo que no sería suyo. - Tal vez por medio de ella podré tener hijos – dijo Sara.

A pesar de su juventud y tal vez, con la lozanía y belleza de los primeros años, Agar era Pobre, sin libertad y ahora era acosada – abusada - sexualmente por su patrón. No estuvo con Abraham por amor, no lo hizo voluntariamente. No fue idea suya. Tuvo que hacerlo. Agar fue una esclava sexual. Tal vez fueron meses en esa situación. Abraham tenía 75 años. La fecundación tal vez no fue asunto de una sola noche. Sea cual fuere los detalles, es una posición denigrante y ante la cual, Agar no tuvo ninguna defensa. La ley del momento lo permitía, la cultura y las tradiciones lo aceptaban y aparentemente no hubo nadie que la defendiera o al menos escuchara su causa.

Agar finalmente quedó embarazada. Y ante la fortuna de ese privilegio optó por llenarse de motivos para mirar la vida con una cara diferente a la de ser esclava. Soñó con los derechos de ser no solo una mujer libre sino tal vez con la oportunidad de tener una mejor posición en la familia.

Gén 16:4  Abram tuvo relaciones con Agar, y ella concibió un hijo. Al darse cuenta Agar de que estaba embarazada, comenzó a mirar con desprecio a su dueña.

La respuesta de Sara fue inmediata.

Gén 16:5  Entonces Saray le dijo a Abram: —¡Tú tienes la culpa de mi afrenta! Yo puse a mi esclava en tus brazos, y ahora que se ve embarazada me mira con desprecio. ¡Que el SEÑOR juzgue entre tú y yo!
Gén 16:6  —Tu esclava está en tus manos —contestó Abram—; haz con ella lo que bien te parezca. Y de tal manera comenzó Saray a maltratar a Agar, que ésta huyó al desierto.

En medio de la gestación de Agar ella fue maltratada. Su ultraje fue tan grande que ella prefirió huir al desierto. Imaginen una mujer joven, pobre, sin el más mínimo derecho, que en pleno embarazo es maltratada y cuyo único recurso es huir a su casa, a Egipto, al sur. No importaba que tuviera que atravesar un desierto inhóspito. No aguantaba más. Pero allí, Dios salió a su encuentro.

Gén 16:7  Allí, junto a un manantial que está en el camino a la región de Sur, la encontró el ángel del SEÑOR
Gén 16:8  y le preguntó: —Agar, esclava de Saray, ¿de dónde vienes y a dónde vas? —Estoy huyendo de mi dueña Saray —respondió ella.
Gén 16:9  —Vuelve junto a ella y sométete a su autoridad —le dijo el ángel—.

El Señor le ordena a Agar que regrese. Dios no está aprueba la opresión ni el maltrato, pero sabía que la única manera de sacar adelante a Agar y al niño era al lado de Abraham. Sin embargo, le da una promesa a Agar para su consuelo.

Gén 16:10  De tal manera multiplicaré tu descendencia, que no se podrá contar.
Gén 16:11  »Estás embarazada, y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Ismael, porque el SEÑOR ha escuchado tu aflicción.
Gén 16:12  Será un hombre indómito como asno salvaje. Luchará contra todos, y todos lucharán contra él; y vivirá en conflicto con todos sus hermanos.

Ser un hombre indómito como asno salvaje es una alusión a que su hijo sería libre, no viviría lo que ella está viviendo ni sufriría la misma opresión. Agar fue transformada. Agar había visto a Dios mismo.

Gén 16:13  Como el SEÑOR le había hablado, Agar le puso por nombre «El Dios que me ve», pues se decía: «Ahora he visto al que me ve.»
Gén 16:14  Por eso también el pozo que está entre Cades y Béred se conoce con el nombre de «Pozo del Viviente que me ve».
Gén 16:15  Agar le dio a Abram un hijo, a quien Abram llamó Ismael.

La vida continuó. Ahora, 15 años después, Sara por un milagro tuvo un hijo en su vejez: Isaac, quien sería el único heredero y en quién sería depositada la promesa de Dios hecha a Abraham. Cuando Isaac fue destetado y fue presentado oficialmente como heredero, vestido con vestiduras simbólicas aproximadamente a los 3 años; Ismael, que ahora es un adolescente, reacciona, tiene comportamientos de adolescente, y se burla del niño afortunado – de Isaac. Sara, nuevamente, reaccionó tajantemente.

Gén 21:9  Pero Sara se dio cuenta de que el hijo que Agar la egipcia le había dado a Abraham se burlaba de su hijo Isaac.
Gén 21:10  Por eso le dijo a Abraham: —¡Echa de aquí a esa esclava y a su hijo! El hijo de esa esclava jamás tendrá parte en la herencia con mi hijo Isaac.

Sara no solo esta alterada por el trato hacía Isaac. Evidentemente estaba preocupada por la herencia y esto porque según el Código de Hammurabi: si el padre en vida declaraba a los hijos nacidos fuera del matrimonio como “hijos propios” tenían derecho a herencia. Es justamente lo que quiere Sara al echar a Agar, pues tiene miedo que Abraham declare a Ismael “hijo suyo,” con derecho a la herencia.

Abraham, angustiado consulta a Dios. Pero el Señor no solo le consuela sino que le revela que también tiene sus planes para Ismael.

Gén 21:12  Pero Dios le dijo a Abraham: «No te angusties por el muchacho ni por la esclava. Hazle caso a Sara, porque tu descendencia se establecerá por medio de Isaac.
Gén 21:13  Pero también del hijo de la esclava haré una gran nación, porque es hijo tuyo.»  

Algunos afirman que el patriarca siempre vive de la fe y de la Providencia divina. Pero considero que tal apreciación está sesgada por lo que Abraham representa: El padre de la fe.

Gén 21:14  Al día siguiente, Abraham se levantó de madrugada, tomó un pan y un odre de agua, y se los dio a Agar, poniéndoselos sobre el hombro.

Echar a una mujer joven que durante más de 15 años le ha servido, que fue la madre de su primer hijo y que ahora quedará literalmente sin ningún derecho, recurso o labor; no es una obra digna de la fe. Sin duda, Abraham no quería pleitos con Sara e indiscutiblemente esta es una muestra de que de Dios escoge hombres no por sus obras o méritos, sino por su inmensa bondad y misericordia.

Así se encuentra Agar nuevamente en el desierto. Camino a su casa paterna en Egipto. Era cuestión de horas para que el joven adolescente se acabara los escasos recursos que le habían dado. Hacía un intenso calor. No se puede devolver. Falta mucho para llegar a casa. Atrás quedaron las ilusiones, los sueños. Atrás quedaron 15 años de servicios para hoy no tener nada. Fue abusada, maltratada, sometida y su único delito al parecer fue poner en riesgo la herencia de la familia, con algo que podía ser resuelto con mínimos derechos. Solo queda llorar con amargura y esperar la muerte.

Pero cuanto todo parece sin salida. Cuando el dolor por las obras de quienes respetamos y la desilusión que produce una profunda desesperanza impera, 

Dios tiene una palabra de aliento y esperanza

No temas, pues Dios ha escuchado los sollozos del niño.

No temas, porque Dios te ha oído. No temas porque Dios sabe por lo que has vivido. YO SOY EL DIOS QUE TE VE. Ahora,

Gén 21:18  Levántate y tómalo de la mano, que yo haré de él una gran nación.»

No llores más. Confía. Cree. Toma aliento. Levántate. Dirige ese muchacho, oriéntalo, dile por donde debe ir. YO HARÉ DE ÉL UNA GRAN NACIÓN. Ya lo olvidaste. Olvidaste las promesas que te di. Olvidaste como hace 15 años estuve contigo, como te he protegido, como te he ayudado, como sacaste a este muchacho hasta ahora. NO DEJARÉ LA OBRA A MEDIAS. ÉL SERÁ UNA GRAN NACIÓN.

La historia cuenta que Dios hizo dos cosas más: 2) Abrió los ojos de Agar, y 3) Acompañó al niño.

Dios abrió los ojos de Agar para que viera que en ese desierto que ella pensaba que los iba a matar, sería la oportunidad para hacer de Ismael un gran hombre. Vio una fuente de recursos: un pozo de agua. En la época, en donde los pastores nómadas llevaban sus rebaños de un lugar a otro, encontrar un pozo era encontrar un tesoro. Dios le proveyó los recursos para que sacara a su hijo adelante. Fíjese, que el pasaje termina afirmaron que continuaron viviendo en un desierto.

Dios acompañó a Ismael y se convirtió en un cazador. Una persona independiente, libre. Capacitó, preparó, guardó al niño para que en medio de ese desierto fuera la nación grande que le había prometido.

Al final, la mención de que “su madre lo casó con una egipcia” (ver 22) no es más una representación de que Agar crió sola a su hijo. Casar los hijos era responsabilidad del padre de la casa. Como Ismael ahora estaba virtualmente privado de padre, la madre se encargó de formar una alianza matrimonial para él, la cumbre de la realización y bendición de su época.

Agar con la Palabra de Dios, creyendo en su provisión y protección sacó adelante a su hijo, cambió su vida y nos dejó una muestra de lo que Dios puede hacer en la vida de las personas.


CONCLUSIÓN

Dios tiene un plan con cada persona a pesar de las difíciles condiciones familiares en las que viven. Él se preocupa por aquellos padres y madres que luchan cada día por sacar a sus hijos adelante y han perdido la esperanza por las difíciles situaciones que tienen que atravesar. Dios sigue interesado en hacer grandes cosas con las personas. Con los jóvenes que han crecido en medio de pleitos y divisiones. Con las madres que lloran con angustia por el futuro de sus hijos. Por los padres que se arrepienten de sus malas decisiones. Dios sigue interesado en restaurar, levantar y prosperar las familias. Dios tiene palabras, provisión y acciones para sacar adelante a las nuevas generaciones.