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La verdadera prosperidad


Los gritos no cesan. Las luces de las cámaras fotográficas estallan sin parar. Algunas jovencitas con lágrimas y emoción gritan: "¡Te amo!¡Te amo!", otras no soportan verlo por única vez en sus vidas y se desmayan. Él solo camina más lento, levanta su mano saludando a los cientos de desconocidos que se agolparon desde muy temprano para verlo pasar.
Sonríe, posa para el centenar de cámaras y sigue su camino con una clara expresión de arrogancia y afán. Él es el cantante del momento, el ídolo que vende discos, compra casas, carros lujosos y fiestas descontroladas en donde las drogas, el licor y el sexo no tiene límites. Representa el éxito, la libertad, la fama.
3 Sentí envidia de los arrogantes, 
      al ver la prosperidad de esos malvados.
4 Ellos no tienen ningún problema; 
      su cuerpo está fuerte y saludable.
5 Libres están de los afanes de todos; 
      no les afectan los infortunios humanos. 


Sentado en el sofá de mi casa, veo la noticia ampliamente difundida por los medios sobre la llegada del "famoso del momento". Me dejo llevar por la emoción de la reportera, de los gritos de las fans, del modelo de su carro y del lujo de sus vestidos. Miro a mi alrededor, nadie se escucha emocionado por verme. Nadie toma fotos para recordar ese momento. Nadie grita: "¡Te amo! Estaba solo, muy solo, como lo estaba desde hacía ya mucho tiempo.

Miré mis ropas, mi jean azul claro por tanto tiempo, agua y jabón. La camisa ya no tenía los mismos colores, ni la misma textura. En algunas partes era más delgada, tanto que parecía traslúcida. Los tenis, aunque limpios, ya no eran los de moda, nunca lo fueron, así como nunca fueron los originales que vi en la tienda de marca.

Recordé que no tenía muchas cosas simples, elementales, comunes para otros y que con ellas creía sería más feliz. Recordé mis fracasos, que no tenía para cumplir mis sueños, y que aún, aquellas necesidades que eran básicas como el comer, vestir y vivir bajo un techo digno, estaban en riesgo de no ser suplidas. Sentí indignación y desconsuelo. No pude evitar pensar para qué el juicio, el interés por las acciones correctas y el proceder acorde a las creencias. Para qué la fe si en ese momento creía no tener nada. Aquel que con su vida desordenada y vacía, sus canciones morbosas y profanas tenía mucho más de lo que en mi vida había visto.

12 Así son los impíos; 
      sin afanarse, aumentan sus riquezas.
13 En verdad, ¿de qué me sirve 
      mantener mi corazón limpio 
      y mis manos lavadas en la inocencia, 
14 si todo el día me golpean 
      y de mañana me castigan?

No lo soporté más, clamé: "¡Señor! Soy tu hijo. ¿No ves cómo el que no te aprecia prospera, tiene para todo, hace de todo y yo, qué creo en ti, te busco y me esfuerzo en cumplir tus preceptos, ando en afanes y pasando necesidades?".

16 Cuando traté de comprender todo esto, 
      me resultó una carga insoportable, 
17 hasta que entré en el santuario de Dios; 
      allí comprendí cuál será el destino de los malvados: 
18 En verdad, los has puesto en terreno resbaladizo, 
      y los empujas a su propia destrucción. 
19 ¡En un instante serán destruidos, 
      totalmente consumidos por el terror! 
20 Como quien despierta de un sueño, 
así, *Señor, cuando tú te levantes, 
 desecharás su falsa apariencia.


Las lágrimas corrían. Entendí que al final su locura, desenfreno y manera de vivir solo le daría amargura y destrucción. Que sus riquezas solo le llevarían a que su vida fuera un fracaso y terminara lleno de sufrimiento y dolor.
El sentimiento de frustración se tornó en vergüenza. La voz altiva hacía el Creador cambió en búsqueda de una suplica por un perdón inmerecido. Una vez más, mi necio corazón me había jugado una mala pasada.

21 Se me afligía el corazón 
 y se me amargaba el ánimo 
22 por mi *necedad e ignorancia. 
¡Me porté contigo como una bestia! 

No importa si no tengo la compañía anhelada, el carro deseado o las ropas, casas y viajes que supuestamente me alegrarían la vida. No necesito nada de eso. Lo único que me hace realmente feliz es que hay alguien que me acompaña siempre, cuyo amor no depende de lo que haga, tenga o represente.

23 Pero yo siempre estoy contigo, 
      pues tú me sostienes de la mano derecha. 
 24 Me guías con tu consejo, 
y más tarde me acogerás en gloria. 
 25 ¿A quién tengo en el cielo sino a ti? 
Si estoy contigo, ya nada quiero en la tierra. 
 26 Podrán desfallecer mi cuerpo y mi espíritu, 
pero Dios fortalece mi corazón; 
 él es mi herencia eterna.

Jesús solo necesitó un grito para demostrarme lo que sentía por mi: "¡consumado es!". Él prometió estar conmigo, bendecirme, no para que me destruya en placeres, vicios y desmanes; sino para que fuese testimonio de su obra, presencia y bondad.

28 Para mí el bien es estar cerca de Dios. 
      He hecho del Señor Soberano mi refugio     
 para contar todas sus obras.


*Texto tomado del SALMO 73

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Foto por Luke Pamer en Unsplash

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